El Evangelio Eterno

Jesucristo es el evangelio de Dios. Él conquistó la muerte y todo mal con su gran amor demostrado en la cruz. Todo el que cree en él para salvación recibe gratuitamente los logros de su gran victoria sobre el pecado y la muerte. Pasamos eternamente de muerte a vida. ¡Alabado y glorificado sea el nombre del Señor Jesús!

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martes, enero 09, 2007

Hebreos 2:3b-4 Jesús: El mensajero audaz

Dios confirmó el anuncio de Cristo de las buenas nuevas de salvación

πως ημεις εκφευξομεθα τηλικαυτης αμελησαντες σωτηριας ητις αρχην λαβουσα λαλεισθαι δια του κυριου υπο των ακουσαντων εις ημας εβεβαιωθη συνεπιμαρτυρουντος του θεου σημειοις τε και τερασιν και ποικιλαις δυναμεσιν και πνευματος αγιου μερισμοις κατα την αυτου θελησιν (Heb. 2:3,4).

“La cual, después que fue anunciada primeramente por medio del Señor, nos fue confirmada por los que la oyeron. Dios testificó junto con ellos, tanto por señales como por prodigios, y por diversos milagros y por dones repartidos del Espíritu Santo según Su propia voluntad” (Heb. 2:3b,4).

El significado preciso de la frase “La cual, después que fue anunciada primeramente por medio del Señor” es “la cual al principio la arrebató el Señor proclamándola constantemente”.

La idea que promueve el autor es que al principio de su ministerio el Señor asió fuertemente con sus manos las buenas nuevas de salvación (la salvación que no se ha de menospreciar por debajo de la antigua revelación) y comenzó a proclamarla sin tregua alguna.

En este versículo se pinta un cuadro del señor Jesús como si estuviera diciendo, “Aquí estoy, Yo voy a tomar estas buenas de salvación”, y las toma vigorosamente en sus manos de las manos del Padre. Luego, comienza a proclamar el evangelio osadamente y sin tregua. Tal es el cuadro de Jesús que surge de este pasaje. Es de un Cristo audaz, con un mensaje de salvación del cual está totalmente convencido, y parte de carrera para darlo. No se lo encomendará a otro. Asume responsabilidad por predicar las buenas nuevas.

Aquí Jesús es más que un nuevo Moisés, un nuevo dador de la ley. Él es el mensajero de salvación, como también el mismo dador de la salvación. Él no licitará su responsabilidad por la predicación del evangelio de salvación a otros. Hará de esa obra su propia misión, su cometido, su propia vida.

El anuncio que da el Señor de las nuevas de salvación se compara con la dádiva de la ley a Moisés en el Sinaí. En el Sinaí la dádiva de la ley a Moisés fue confirmada por la voz de Dios que se oyó como truenos oída por todo el pueblo.

Y todo el pueblo percibía los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte que humeaba; y cuando el pueblo vio aquello, temblaron, y se mantuvieron a distancia. Entonces dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros y escucharemos; pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos. Y respondió Moisés al pueblo: No temáis, porque Dios ha venido para poneros a prueba, y para que su temor permanezca en vosotros, y para que no pequéis. Y el pueblo se mantuvo a distancia, mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios. Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: "Vosotros habéis visto que os he hablado desde el cielo (Exo 20:18-22).

El testimonio del autor de Hebreos es que cuando el Señor Jesús hablaba, su voz resonaba con tal autoridad y contundencia que para los oyentes era la voz de Dios. En la antigua revelación la dádiva de la ley había sido confirmada por truenos, relámpagos, el son de la trompeta, el monte envuelto en humo. En esta mayor revelación, Dios mismo, no los ángeles, ni truenos ni relámpagos, ni el son de la trompeta, ni el humo había confirmado el anuncio de Cristo de las buenas nuevas. En esta revelación fue la misma voz de Dios que se escuchó a su bautismo atestiguando con toda claridad: “Este es mi hijo amado en el cual tengo contentamiento” (Mateo 3:17). Luego en el monte de la transfiguración “una voz de la nube” se escuchó diciendo “Este es mi Hijo amado, en el cual tomo contentamiento; a El oíd” (Mateo 17:5).

Una vez más el autor de la epístola enfoca la atención del lector en Cristo, su persona, su misión, su identidad cual ningún otro como el Hijo de Dios, de la misma sustancia de Dios, ¡como el mismo YHWH Dios del Antiguo Testamento!

Los “diversos milagros y por dones repartidos del Espíritu Santo” manifiestos a lo largo del ministerio de Cristo fueron eventos únicos diseñados a confirmar la proclamación de las buenas nuevas del evangelio en los labios de Cristo. Tanto el Padre como el Espíritu, de acuerdo a su voluntad la cual era la de amar al Hijo, fueron mutuos partícipes en la confirmación del anuncio de Jesús de las buenas nuevas de salvación. Esta es la razón por la que el evangelio de salvación de Cristo no ha de desestimarse o concederle igual importancia con la antigua revelación. El anuncio de Cristo de las buenas nuevas, su valentía de poner en sus manos la buena nueva y asumirla como su tarea, es un evento de mayor grandeza que la dádiva de la ley en el Sinaí. Su anuncio es que la nueva ley, la buena nueva del evangelio de salvación es la nueva ley de Dios para la humanidad, y que Jesús Hijo es tanto el ¡dador como la sustancia de esa buena nueva!